Dos imágenes y toda una vida de por medio y entre tanto. Recuerdo mi vida en Gandía como una época mágica llena de gente que ahora son familia y recuerdos y lugares que no puedo dejar atrás. Gente que siempre apetece ver y de la que uno no puedo sino estar orgulloso, gente que quisieras no soltar nunca.
En una foto, el faro de Gandía invernal (nada que ver con la Gandía veraniega que la gente conoce y que no es tan romántica, ni tan pura), en otra, los tres componentes del piso. Miguel y yo adorando y comentando nuestra colección de cervezas, y Julia, preciosa como siempre: parece iluminada por el flash de una cámara, pero no os engañéis, la luz la lleva dentro.