no encuentro el que me haga libre de ti.
Y en los momentos más lúcidos del día,
que nunca son de día,
y siempre son de noche,
vuelves a mi en recuerdos o en sueños.
Te me apareces,
siempre que bajo la guardia,
desprevenido y desnudo.
Con el alma desnuda y sensible,
para que tú la hieras a golpes
como has hecho siempre.
Debería dejar de buscarte en el fondo de las botellas,
que se empeñan en acompañarme a casa
y hablarme de ti.
Debería escribirte un día otra carta vacía,
y poner en ella todo insulto
que te lleve por delante y te arrase.
Que el amor caduca,
como los yogures de mi nevera,
es algo que me niego a discutir
por miedo a saber que llevo razón,
que yo no te olvido
y tú hace mucho,
que saliste por la puta puerta.
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